
Percibo solamente lo que soy
Uno de los trabajos que tenemos pendientes como seres humanos es aprender a
relacionarnos a través de la tolerancia lo que significa respetar, entender y
aceptar las diferencias. Partiendo de la base que ninguno de nosotros nace como
una hoja blanca sobre la que se empezará a escribir, debemos entender que a la
personalidad, las circunstancias económicas, culturales, morales etc., sumamos
la información genética que heredamos. Cada uno de nosotros es una combinación
única e irrepetible de información, por lo tanto percibimos el mundo y
construimos nuestras propias verdades y circunstancias de manera muy peculiar.
La percepción es un proceso muy personalizado. Se basa a
experiencias previas vividas sobre todo durante la infancia. Guardamos imágenes, sensaciones, olores y
sobre todo aprendizajes a través de las decisiones que hemos tomado en cada
situación vivida. En un futuro cada situación que vivamos no será otra cosa que
revivir una y otra vez lo que ya hemos normalizado, independientemente si es positivo
o negativo. Lo que más nos llama la atención son las situaciones negativas,
cuando parece que una y otra vez tropezamos con la misma piedra. La cuestión es
entender que esta piedra no es una casualidad, sino nuestro impulso
inconsciente de tropezar con ella con la intención de solucionar de una vez
aquello que en un momento dado nos superó.
La percepción
depende de toda la información que tenemos ya guardada como en un
ordenador, metida en carpetas. Solamente es necesario tocar la carpeta adecuada
para que la información se active.
La mente trabaja con muchos símbolos y metáforas que
despiertan en nosotros sensaciones. Por eso se dice, que lo importante de un
hecho traumático no es la situación que se ha vivido sino las emociones que ha
provocado, porque cada vez que nos sentimos amenazados o incomodos, volveremos
a revivir las desagradables experiencias. Y como la mente no entiende de
pasado, presente o futuro, los sentimientos que hemos guardado al respecto de
los hechos traumáticos se quedan como congelados en el tiempo y cada vez que
traemos en el presente una situación del pasado la revivimos sintiendo
exactamente lo mismo.
NO PODEMOS RECONOCER
O REVIVIR ALGO QUE NO HAYAMOS CONOCIDO O VIVIDO ANTES
Cuando elegimos un vestido, el sabor de la comida, el tipo
de personalidad de pareja, la profesión etc. creemos ciegamente que es algo
impulsivo, es una casualidad o todo lo contrario, algo que hemos premeditado
mucho. En realidad nuestra vida adulta está basada en decisiones y elecciones
que tomamos durante nuestra infancia. Hemos elegido ser perdedores, ganadores,
victimas, guerreros, torpes, exitosos, nos sentimos merecedores y valiosos o
traicionados, humillados y rechazados. Lo esencial es no solamente entender que
hemos elegido, la cuestión es tomar consciencia sobre por qué lo hemos elegido.
Un niño o una niña con 7-8 años ya tiene su autoestima
formada. Sabe si se siente feo o guapo, capaces o no, torpe, listo, pesado,
tonto. Un niño a esta edad ya dispone de una gran cantidad de información sobre
sí mismo. Ya disfruta relacionándose o no, sabe si se siente cómodo en este
mundo o no. Ya tiene creado en su cabecita un guion de vida donde se ve activo,
capaz y protagonista o víctima y perdedor.
Las experiencias vividas durante la infancia y, sobre todo
las traumáticas ayudan en la creación de
mecanismos de defensa psicológicos que nos acompañaran durante toda nuestra
vida, si no llegamos a cuestionarlas. Todos conocemos a alguien que fácilmente
llora cuando se siente amenazado, avergonzado o rabioso, da portazos o manipula
a través de chantajes emocionales.
De la misma manera
que proyecto también percibo solamente lo que soy. Lo que me gusta de los
demás conecta con mis propios gustos y lo que me desagrada conecta con mi
sombra, con lo que necesito trabajar, integrar, perdonar. Por lo tanto, la
percepción es la interpretación de las sensaciones visuales, auditivas, olfativas, táctiles. Se
basa en recuerdos y experiencias previas y siempre está cargada de
expectativas.
La percepción es un proceso activo, es selectivo y
subjetivo. Uno de sus mecanismos que lo caracteriza es el completamiento de
figuras, lo que quiere decir, que aunque una figura es incompleta, en la mente
se percibe como completa. Eso explica porque muchas veces ignoramos la
complejidad de las situaciones y somos selectivos con los detalles que
percibimos. Para poder ser objetivos y pretender que conocemos la verdad,
debemos aprender a ver las situaciones en su totalidad sin ignorar a los
detalles. Al añadir o quitar información, nos damos cuenta cómo cambia la
historia.
Nuestra mente intenta dar sentido a toda la información
captada por los ojos y cuando ésta es confusa o incompleta según su sensación,
suele dar versiones diferentes y a veces no diferenciar entre la realidad y la
ilusión, entre la verdad y la mentira.
Durante los trabajos terapéuticos nos encontramos con todo
un ejército de creencias, mecanismos de defensa y alarmas creadas. Nos
proponemos encontrar las situaciones determinantes, captar y tomar consciencia
sobre las decisiones tomadas, revivir los hechos y actualizar las emociones y
las elecciones. Solamente de esta manera podemos trabajar por una apertura de
la mente y una percepción más compleja y más objetiva.
“La percepción define nuestra realidad. El ojo ve lo que la
mente está preparada para entender”.
Henri Bergson