¿Qué es la proyección, porque dicen que nos proyectamos y cómo?

¿Qué es la proyección, porque dicen que nos proyectamos y cómo?

¿Qué es la proyección, porque dicen que nos proyectamos y cómo?

Quizá algunos se sorprenderán con la afirmación que nos proyectamos constantemente. A veces la proyección es un mecanismo de defensa, proyectamos sobre los demás  nuestras propias carencias o características que nos cuesta ver y trabajar en nosotros mismos. Por esa razón, las relaciones son como un espejo que nos ayuda a conocernos y ver nuestra propia realidad con más claridad. Con otras palabras, lo que nos llama la atención en el otro, en buen o mal sentido, tiene  que ver con nosotros mismos. Es muy fácil entender el tema de la amistad, pues con los amigos tenemos intereses o características en común, nos unen temas y gustos.

Lo que nos cuesta ver es la parte negativa que nos atrae de los demás. ¿Cómo y por qué me relaciono con alguien que me hace daño? ¿Por que me cuesta soltar una relaciones toxicas? La respuesta esta en que en el otro veo el exceso o la falta de lo que necesito trabajar en mí. De esta manera proyecto mis necesidades, las veo en el otro y le exijo a el que las trabaje. Si no soy capaz de poner límites, me sentiré atraído por alguien que no tiene límites (como yo) o que no los respeta (para demostrarme que yo no los tengo o no los pongo). Si no me valoro me sentiré atraído por pareja que tampoco sabe valorarse o no me valorará. Si soy inseguro, me fijare en persona insegura o en alguien que querrá dominarme etc.

Otra manera de proyectarnos es a través de las expectativas. Cuando nos enamoramos, solemos ver la persona como nos gustaría que fuera o creemos que es y no como es realmente. Entonces, el sentido de la relación se centra en que el otro sea como esperamos y si no lo es, pues debe cambiar. De la misma manera esperamos de los demás que adivinen nuestros deseos o que hagan las cosas como nosotros las haríamos. "Pensaba que te darías cuenta", "deberías de saber que quiero de ti". Todos conocemos la famosa frase “si yo estuviera en tu lugar…” e ignoramos un detalle muy importante y es que si estuviéramos en el lugar de la persona que juzgamos, según sus circunstancias, educación, carácter etc., haríamos exactamente lo mismo que ella.

Como nos damos cuenta, todo lo que vivo fuera de mi, conecta con alguna parte mía, y cuanto mas fuerte es esa conexión, mas trabajo interno tenemos pendiente. Si tengo una carencia me fijare en personas que tienen la misma carencia o en las que la van despertaran en mí. Es muy simple, si me gustan los zapatos blancos o me quiero comprar unos, me fijare constantemente en los zapatos de los demás y mas si son blancos.

De la misma manera que percibimos la realidad de forma diferente, también sentimos de forma diferente. En una situación de conflicto por ejemplo, no todos reaccionamos igual. Si observamos la gente en un entierro, veremos a alguien llorando y tirándose de los pelos, otro estará pensativo, habrá otros que se ocuparan de la organización  y creerán que no es el momento para derrumbarse, algunos incluso decidirán no ir, porque no soportarán la tristeza.

Cuando hablamos de emociones siempre las dividimos en buenas y malas. Realmente todas son necesarias. La cuestión no es que no tengamos malas emociones, sino como las canalizamos. Las emociones negativas tienen exactamente la misma importancia que las positivas. Nos incomodan, nos mueven,  son parte de la adaptación. Lo que marca la diferencia es como las expresamos. La rabia hace que me mueva y que tome decisiones. La ansiedad y la tristeza me indican que no estoy cómodo, bien tratado o que tengo algo pendiente para trabajar. El miedo me protege y me enseña mis límites, los que creo que tengo y los que necesito superar etc.

Solemos pensar que nos sacrificamos o que todo lo que hacemos es por los demás. La verdad es que los motivos y las decisiones están en nosotros. Cuando regalamos un regalo, creemos que el motivo es hacer feliz a la otra persona y en realidad lo hacemos por nosotros mismos, pues somos nosotros los que disfrutamos de la reacción ajena. Al perder a un ser querido igual pensamos que lloramos por él. Lo que ocurre es que sufrimos por lo que sentimos, porque nos cuesta afrontar la perdida y porque no  sabemos cómo seguir y aceptar el vacío.

Lo mismo ocurre cuando nos hacen daño, la persona está proyectando su realidad interna en nosotros. Por esa razón, no tenemos que tomarnos el comportamiento de los demás como algo personal pero tampoco permitirlo. Si el trato que consideramos injusto conecta con alguna parte de nuestro ser, debemos tomar consciencia sobre el mensaje que nos trae. Es nuestra responsabilidad trabajarlo. Imagínense que un mensajero nos trae una carta de hacienda con una cantidad grande que tenemos que pagar. ¿Nos enfadaríamos con el mensajero? Su trabajo es traer y entregarnos la carta , en nuestras manos se queda la información y la decisión de que haremos con ella.