No juzgues ni intentes entender, apoya

No juzgues ni intentes entender, apoya

El victimismo tiene muchas formas y durante los últimos años me propuse a observarlas. Desde el negativismo obvio hasta el sacrificio bien intencionado. Lo que tienen todos en común son los motivos equivocados y la miseria mental que inevitablemente nos llevan al drama y sus infinitos mecanismos de supervivencia.

A todos nos gustaría ser fuertes, vencedores, dignos de admirar, no equivocarnos y sentir esa felicidad y plenitud de la que hablamos tanto. Sin embargo en algún momento de nuestras vidas hemos sentido la injusticia y la falta de lógica del mundo que nos rodea, hemos llegado a sentir que no encajamos y nos hemos sentido víctimas de las circunstancias o de los demás.

Si te has sentido engañado, traicionado, utilizado, si has trabajado duro y no te pagaron lo que creías que te mereces, si alguna vez sentiste miedo, estuviste bloqueado o perdido, si viviste años intentando demostrar algo sin resultado alguno, si te cuesta tomar decisiones y sufres por ello, si alguna vez has estado a punto de tirar la toalla o lo hayas hecho, si no pudiste decir tu opinión en tu trabajo, a tu pareja o a tus hijos, si has pensado que tu vida no tiene sentido, entonces si sabes cómo se siente una víctima.

Cuando nos falla la salud, la vida, el sistema, las circunstancias, las expectativas, los amigos, el amor o los hijos, inevitablemente nos convertimos en víctimas. Legamos a sentirnos incomprendidos y en esta soledad empieza la lucha con nuestros miedos y diálogos internos. ¿Cuánto tiempo tardamos en encontrar la solución?

A veces nos armamos de valor o la vida misma nos obliga a dar el paso. Otras veces  nos resignamos y creemos habernos adaptado.  Nos cuesta tomar decisiones porque cargamos con la responsabilidad de la seguridad o la felicidad de los demás y ante luchar por la libertad elegimos agachar la cabeza. A veces es difícil soportar el peso de la  vergüenza o  de la culpa.

Si te identificas con alguna de estas situaciones, entonces si sabes cómo se siente una víctima, atrapada o aterrorizada sin recursos ni salidas. Conoces estos infinitos diálogos internos de reproches hacia ti mismo y hacia los demás, el miedo que día tras día aleja de las posibles soluciones, haciéndote creer que la única solución es sobrevivir y aceptar.

Cuando hablamos de casos de violencia me sale en la mente un método de tortura que se llama la gota china. Consiste en inmovilizar a la víctima y soltarle gotas de agua fría en la frente cada 5 min. Puede durar horas o días. El resultado de  su impacto psicológico es enorme ya que lleva directamente a la locura incluso puede provocar muerte por paro cardiaco.

Los malos tratos  tienen exactamente el mismo mecanismo, son sistemáticos, provocan bloqueos y sensación de inmovilización. Finalmente descolocan la víctima, cortando los lazos con la realidad, alejándola de la familia, de las amistades y de sus actividades. Acaban poco a poco son su autoestima y la someten a sus propios mecanismos internos de defensa los cuales los espectadores de fuera hemos vivido de una u otra manera pero seguimos juzgando.

Acompañar en este momento significa: reforzar, apoyar las decisiones, orientar, capacitar, motivar. Para que una persona que haya sufrido violencia de género pueda volver a retomar su vida se requiere de un acompañamiento sostenido en el tiempo donde poco a poco la mujer pueda sentirse cada vez más segura en los pasos que dé. 

La atención psicoterapéutica que se ofrece a las mujeres u hombres que son víctimas de malos tratos  es muy compleja. Se abordan los sentimientos de culpabilidad, vergüenza, humillación, inseguridad, dependencia, frustración, baja autoestima, ansiedad, carencia de habilidades sociales, alteraciones de la alimentación etc.

Otro punto clave es apoyar en la actividad personal posterior, facilitando estrategias personales para el manejo de situaciones violentas, resolución de conflictos y técnicas de negociación , afrontamiento del estrés, desarrollo de  plan de vida, habilidades parentales, adaptación al puesto de trabajo etc., en general todas aquellas habilidades personales que promuevan la superación  de las secuelas psicológicas derivadas de las agresiones sufridas, la autonomía, el afrontamiento de las situaciones violentas y la plena integración socio laboral.

La mujer que ha sufrido violencia, además de ser víctima del agresor, lo es también en el contexto social que la señala. Se le cataloga como cobarde si no lucha hasta la muerte, si vive bloqueada o impregnada de miedo, por lo tanto debe aceptar la idea de que se merece todo lo que le está pasando. La sociedad espera de ella que debe responder por el comportamiento de los demás, pues de alguna forma lo habrá provocado. La victima debe sufrir infinitamente porque en caso contrario parece ser que no encontramos las consecuencias necesarias para juzgar y responsabilizar al otro.

 

“EL MUNDO NO SERÁ DESTRUIDO POR AQUELLOS QUE HACEN EL MAL,  SINO POR AQUELLOS QUE LO OBSERVAN Y NO HACEN NADA”.

                                                                                                                    ALBERT AINSTEIN