La educación emocional es la clave para alcanzar el bienestar y la felicidad

Educación emocional e inteligencia emocional

Bienestar no es igual a felicidad. Estamos enseñando a nuestros hijos que sean competitivos y que perder es fracasar. Es más, los perdedores son inferiores y hay que sentir lastima por ellos. Medimos su valor en notas y logros porque es eso lo que se premia por parte de la sociedad. Esperamos que deben encajar y que la felicidad consiste en tener. El bienestar es la seguridad, el placer y la satisfacción momentáneos de cosas materiales obtenidas y objetivos alcanzados.

La felicidad es algo mucho más profundo del ser. Son los valores y los motivos que nos mueven, la satisfacción y el agradecimiento que sentimos. Es aprender y crecer constantemente. Es transformarse, adaptarse e ir evolucionando a cada momento sin tenerle miedo al cambio. La felicidad es confiar en la vida y en nuestras capacidades, tener la certeza que todo es perfecto para nuestra evolución. Aprendemos a través de la forma que percibimos, sentimos e interpretamos las situaciones, los logros, las pérdidas, las relaciones etc. La felicidad es vivir en el presente de forma consciente.

Como padres, especialistas o ciudadanos tenemos que plantearnos, ¿cuál es el objetivo de nuestro trabajo, el bienestar o la felicidad?

Hay dos tipos de inteligencia principales que desgraciadamente no encontramos en ningún test de inteligencia. La  intrapersonal, es la capacidad de reconocer las propias emociones y de poder expresarlas y canalizarlas de manera constructiva y positiva. La interpersonal, es la habilidad de entender a la otra persona, sentir empatía y compasión y saber relacionarse con los demás. Si una persona no se conoce a sí misma y no sabe gestionar los propios estados de ánimo, le será difícil vivir en paz y harmonía. De la misma manera, si  no es capaz de entender a los demás y carece de herramientas para dialogar y relacionarse, nunca se sentirá ni feliz, ni integrada.

La educación emocional abre el camino hacia la inteligencia emocional. Es la capacidad para entender, conocer y expresar las emociones, comprenderlas y saber controlarlas, observar los pensamientos a través de ellas  y también reconocerlas en los demás. El objetivo es  desarrollar habilidades y competencias clave para la vida que permitan alcanzar un mayor bienestar y felicidad. La educación emocional debe iniciarse en los primeros momentos de la vida y debe estar presente a lo largo de todo el ciclo vital.

Durante los primeros años el niño no tiene un “yo “real sobre sí mismo. La mayoría de los niños suelen pensar que exista un “yo” ideal en que el cual nunca encajarían. Por eso es muy importante ayudarles a construir su propio “yo” real, enseñándoles ser auténticos, motivados, creativos.

La autoestima es el grado en que los individuos tienen sentimientos positivos o negativos acerca de sí mismos y de su propio valor. La autoestima está relacionada con muchas formas de conducta. Las personas con buena autoestima  suelen afrontar de mejor forma las situaciones negativas y confían en tener un futuro mejor. Los que tienen  autoestima baja tienen una visión catastrófica y sufren más enfermedades.  Es importante saber que a los 7-8 años de edad un niño tiene ya su autoestima formada y esta será la base de su vida. A lo largo de la vida los estados de ánimo van cambiando, dependiendo de las circunstancias y como las vive el sujeto, por eso una base sólida tiene mucho peso en la hora de afrontar las dificultades.

Para tener  buena autoestima es importante tener definidos el autoconcepto, el autorespeto, el autoconocimiento y el autocuidado.

Los factores que determinan el autoconcepto son varios. Uno de ellos es la actitud o motivación. Es la causa que impulsa a actuar, por tanto, será importante plantearse los porqués de nuestras acciones, para no dejarnos llevar simplemente por la inercia o ansiedad. Otro factor es el esquema corporal cual supone la idea que tenemos de nuestro cuerpo a partir de las sensaciones y estímulos. Esta imagen está muy influenciada por las relaciones sociales, las modas, complejos o sentimientos hacia nosotros mismos. Otro factor son las aptitudes, son las capacidades que posee una persona para realizar algo adecuadamente. Es importante también la valoración externa, es la consideración o apreciación que hacen las demás personas sobre nosotros. Son los refuerzos sociales, halagos, contacto físico, expresiones, gestuales, reconocimiento social, etc.

El autorespeto es  fundamental para vivir en armonía con uno mismo y con los demás. De la manera que uno se trata a sí mismo, trata a los demás y permite que le traten. El auto respeto es vivir en coherencia consigo mismo sin molestar o hacer daño a los demás.  Es un espejo que permite emitir y recibir a través de la comprensión y la consciencia.

El autoconocimiento permite a las personas a tomar consciencia sobre sus propias acciones. Debe ser una filosofía de vida y una responsabilidad individual. Implica un cierto grado de conocimiento sobre los motivos y las consecuencias de nuestras acciones. Así solo se puede querer lo que se conoce. Algunas de las preguntas a las que es difícil encontrar respuesta son: ¿Quién soy?, ¿Qué pienso?, ¿Qué siento?, ¿Cuál es el verdadero motivo de mis acciones?, etc.

El autocuidado es la forma de tratarse a uno mismo. Es el hecho de saber que cada uno es el centro de su propio mundo y su constructor. Se define como el conjunto de acciones intencionadas que realiza una persona para controlar los factores externos o internos. Yo diría que es el resultado final de nuestra autoestima. La forma que nos tratamos y nos hablamos, la prioridad de nuestras necesidades, las exigencias y expectativas que tenemos de nosotros mismos etc. El autocuidado es todos los hábitos físicos, afectivos, intelectuales, morales, etc. que hemos creando basados en nuestros valores, ideas, sentimientos y experiencias. Un autocuidado sano sin duda llevaría el individuo hacia el bienestar y la felicidad.

Trabajando los diferentes tipos de inteligencia emocional, se consigue captar la atención y estimular la imaginación y la creatividad de los niños y de esta manera volverles protagonistas en su propia enseñanza. Permite trabajar la flexibilidad de la mente y conocer mejor las fortalezas y las debilidades de cada uno. De este modo se despierta la espontaneidad y la autenticidad de los niños, su originalidad.

Las técnicas de relajación, meditación, visualización, la musicoterapia, los juegos etc. ayudan a identificar las emociones y aprender a manejarlas; desarrollar sentimientos saludables como la confianza, la esperanza, el amor, la alegría, aprender a aceptar, adaptarse e integrarse.

En la realidad que vivimos, la flexibilidad es algo fundamental, lo que hace necesario que el ser humano cuente con una serie de habilidades y recursos que le permitirán avanzar en un mundo cambiante y continuamente exigente, que le somete a una gran cantidad de situaciones novedosas y distintas entre sí. Por lo tanto,  la finalidad principal de la educación  debería de ser  trabajar la inteligencia emocional, fomentar y desarrollar al máximo las capacidades de los niños.  No tiene sentido que salgan de los institutos con notas buenas y una mochila llena de conocimientos sobre las materias y sin una autoimagen sana, herramientas para ser prósperos y sin respuestas claras  sobre quiénes son, cuáles son sus posibilidades reales y hacia dónde quieren ir. Como dice José María Toro, “De que  sirve que un niño sepa  colocar un planeta en el Universo, si no sabe dónde poner  su tristeza o rabia”.