
Dime de que careces y te diré en que crees. IV. Amor y liberación, creencias relacionadas con la traición y la injusticia.
No es verdad que no podemos cambiar. Si logramos a romper
las cerraduras de nuestros mundos internos marcados por el miedo y la
inseguridad, permitiríamos a este ser de
luz que llevamos todos dentro a conectarse con sus verdaderas fuerzas. Para
lograrlo debemos ser valientes y honestos para reconocer nuestros límites y
debilidades. La única forma de afrontarles es, como suelo decir, ponerles
nombres y apellidos.
Las creencias del amor y la liberación tienen un gran impacto en la vida social de
los seres humanos. Son la forma de relacionarnos con nosotros mismos y con los
demás, la familia, amigos, pareja, compañeros, conocidos y manifestar nuestros
sentimientos y emociones. A través de estas creencias nos amamos y amamos,
también permitimos a los demás que nos
amen, expresamos todo lo que sentimos acerca del amor y el perdón.
A lo largo de la historia de la humanidad se han visto
conflictos y guerras con orígenes diferentes y uno de ellos sin embargo fue el
amor. La literatura abunda de leyendas sobre aquel amor pasional que no conoce
límites e incluso lleva a la muerte. Recordemos
la trágica historia de Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, de Eloísa y Abelardo etc.
El tema del amor siempre está envuelto de misterio y tiene
este toque de dramatismo y locura. Es
algo hermoso y deseado pero a la vez peligroso y oscuro. Las canciones, la
poesía, las novelas que tratan sobre el amor transmiten muchísimas ideas y creencias
de sufrimiento y sacrificio.
El ser humano no se conforma solamente con el bienestar
material, sino aspira a sentir felicidad y plenitud. Si el corazón herido y cerrado por la traición, la injusticia, el rechazo o
el miedo no logra abrirse para el amor, el perdón y la aceptación, jamás
encontrara la paz ni se sentirá liberado.
Las creencias sobre las que hable en los artículos
anteriores estaban relacionadas con los instintos básicos de supervivencia y
las necesidades físicas o materiales, mientras que las creencias relacionadas con el amor y la libertad abarcan filosofía,
ética y valores.
El rechazo, el abandono,
la humillación o la traición producen sentimientos y creencias
de injusticia. Se desarrollan desde los primeros momentos de la vida. A
través de la relación con sus progenitores, los niños antes de poder pensar y
razonar ya aprenden a relacionarse a través de las emociones y las sensaciones.
Saben si están cómodos o incomodos, si tienen sensación de confianza o
desconfianza, paz o miedo, amor o rechazo. Cuando viven situaciones de injusticia desarrollan creencias sobre lo
injusta que es la vida y el mundo que les rodea. Se vuelven rígidos y luchar
por la verdad y demostrarla, se convierte en objetivo principal de sus vidas, independientemente si se defienden
a sí mismos o a los demás. Aborrecen la
autoridad ya que de pequeños perdieron la confianza en ella.
Las creencias de
justicia-injusticia están muy relacionadas con las creencias de la traición. La persona crea sus propios ideales para
la vida, las amistades o el amor y a menudo se decepciona y vive injusticias.
Se tienen exigencias y expectativas elevadas sobre las cualidades humanas y la
importancia cae sobre los valores de las
personas. Por esa razón, es difícil comprometerse en una relación, por miedo a
equivocarse. Se obsesionan con la idea de ser justos y temen traicionar a los
demás o sentirse traicionados y decepcionados por sí mismos.
Las traiciones llevan a las creencias de pérdidas. No se quiere por miedo a perder a la
persona y sufrir está perdida. Hay mucha gente que en cuanto se sienta atraída por
alguien, prefiere huir. Claramente este tipo de creencias siempre van unidas a
las creencias de rechazo y sobre todo a las de abandono. (ver artículo “Necesidades
básicas, creencias de carencia y escasez”)
Como dijimos, el amor a menudo se relaciona con el
sacrificio y el sufrimiento y por lo tanto se puede ver como pérdida de tiempo. Mucha gente cree que
tener pareja es “dejar de desarrollarse”,
“abandonar amigos o actividades que
gustan”, “quedarse sin espacio
propio”, “no poder tomar decisiones
por sí mismo, porque se tiene que tener en cuenta la otra persona” por lo
tanto, interpreta el compromiso afectivo como perdida de la identidad, del
territorio personal y la libertad.
Las personas que tienen bloqueada la fuerza del amor a
menudo son muy rígidas y son percibidas por los demás como testarudas y
exageradas. En algunos aspectos se parecen a las personas controladoras. La
diferencia está en que, mientras el controlador maneja a los demás, el justiciero se obsesiona consigo mismo,
cree que debe ser perfecto, justo y
se asegura de la honestidad de los
motivos que lo mueven. Para el controlador es importante la imagen que da y
se encarga de que los demás se enteren lo bien y correcto que lo está haciendo,
para obtener su reconocimiento, mientras el justiciero procura que los demás se
den cuenta del esfuerzo que le ha costado y que entiendan que la recompensa que
recibe esta merecida, que se la ha ganado.
Eso nos lleva a las creencias de dar y recibir. En lo que
corresponde a la parte material, las creencias se encargan de crear una sensación
de merecimiento. Por ejemplo, el dinero que se paga o los cumplidos que se reciben deben tener un buen
fundamento. Si una persona justiciera recibe mucho, es capaz de sentirse culpable.
Con dificultad reconoce los propios méritos pero también es crítica con los
demás. Suele pensarse muy bien las cosas y aun así, si algo sale mal, carga con
la responsabilidad. Le cuesta pedir ayuda. Si se le hace un gesto o favor, procura devolverlo,
pues en su mente eso es lo justo.
En el plano emocional el equilibrio es el equivalente de justicia. Siempre nos han enseñado
que “para recibir, tienes que dar”.
De pequeños escuchamos: “si
estudias y sacas buenas notas, tendrás un buen trabajo”, “si eres buena persona, serás feliz”, “si perdonas, serás perdonado”. Por esa
razón, creemos que si vamos a la iglesia estamos salvados y no tendremos tantos
problemas o que si comemos sano no enfermaremos. Claramente la vida no funciona
así y no siempre obtendremos precisamente lo que esperamos y con este tipo de
creencias inevitablemente llegamos a sentirnos frustrados y traicionados.
Todos conocemos la Ley
de dar y recibir, pero pocos entendemos realmente en que consiste.
Constantemente protestamos y nos sentimos utilizados, porque consideramos que
el Universo está ciego y sordo y no valora nuestros esfuerzos. En realidad esta
ley no funciona si está bloqueada por falsas creencias: “doy y no espero nada a cambio”, “yo a la vida le pido muy poco”, “pido para mis seres
queridos, yo no necesito nada“, “no
espero nada de nadie”, “si quiero la luna, me la bajo yo solita”.
El equilibrio consiste en dar y recibir. Para comprobar como
de fuerte tenemos este mecanismo de no merecimiento, podemos pensar en los momentos
cuando recibimos regalos. ¿Cómo actuamos?-agradecemos profundamente el gesto o
nos sentimos incomodos y no podemos evitar comentarios como “no era para tanto”, “por qué te has gastado el dinero”, “¿te costó mucho?”, “no deberías haberlo
hecho, te devolveré el gesto”.
He leído artículos sobre cómo debemos hablarle al Universo y no
se trata de conversar con el sino de conectarse. La mente quiere entender,
busca la consecuencia y la lógica, se defiende y justifica. El corazón simplemente
siente y se conecta.
Si estamos a la defensiva, con pensamientos y creencias de
negación y no merecimiento, claramente no recibiremos lo que queremos sino lo
que inconscientemente atraemos.
La vida está repleta de situaciones complicadas que nos
cuesta gestionar y aceptar. La única forma de poder resolverlas con éxito, es
vivir el duelo que las acompaña. Intentamos escapar de la angustia escondiéndonos
detrás de creencias de negación, “debo olvidar lo que paso”, “si no hablo y lo ignoro, no tiene poder
sobre mí”, “el sufrimiento me hace más
fuerte”, “las personas sensibles son débiles”.
El camino hacia la felicidad es sentirnos libres y la verdadera fuerza está en la sensación de
paz y amor. No somos más valientes aguantando el dolor ni acostumbrándonos a vivir con él. El perdón y el amor son el único camino
hacia la liberación.
Hay muchas creencias
sobre el perdón. Nos cuesta perdonar porque creemos que depende de que la
otra persona reconozca su error o nos pida disculpas. También creemos, que
perdonar significa olvidar y quitar la importancia de lo ocurrido. Pensar que
debo perdonar a alguien para así liberarlo nos lleva al error de seguir apegados al que nos hizo daño,
dependiendo de lo que nos gustaría que hiciera. Necesitamos un culpable para
poder proyectar en el toda la frustración, tristeza e impotencia que sentimos.
Todos hemos usado alguna vez la famosa frase que también es
una creencia, “perdono, pero no olvido”.
El perdón es decisión. Es un camino que elegimos. Perdonar
no significa que el daño no existió y no existe, sino que decidimos quitarle el
poder y elegimos ser libres. Significa
que preferimos soltar y seguir.
El perdón pasa por la
aceptación. Acepto que no fue culpa mía, que quizá la otra persona está
condicionada y no entiendo sus motivos. Acepto que no quiero juzgar y me quedo
con lo que aprendí. Acepto seguir mi camino, vivir mi vida y todo lo que a
partir de ahora elijo, siento y comparto será libre del dolor y del rencor.
Podemos sentir todas estas creencias también a nivel físico,
tienen impacto en el sistema inmunológico, trastornos circulatorios, infartos,
angina de pecho, reumatismos, alcoholismo, varices, dolor de espalda,
cansancio, insomnio, anemia, leucemia (que tienen mucho que ver con los
conflictos familiares y la lealtad de sangre) etc.
Creencias que conocemos acerca del amor: “el amor es guerra”, “entre el amor y el
odio hay un paso”, “el mito de la media naranja”, “quien ama lo perdona todo”,
“me cela porque me ama” etc.
La liberación está en
las afirmaciones sanas:
“Me amo y amo a los demás, también permito que me amen”
“Soy una persona libre y completa”
“El perdón me libera”
“Doy y recibo”