
Dime de que careces y te diré en que crees. III. Las capacidades personales y el éxito, creencias de poder y control.
Las creencias son aquel diálogo interno que nos anima y
motiva o nos regaña e incluso insulta. Si nos fijamos, esta voz utiliza las
mismas palabras y tono con los que nos hablaban cuando éramos pequeños.
Disponemos de creencias intrapersonales,
relacionadas con la autoestima. Forman la imagen que tenemos sobre nosotros
mismos, lo que creemos sobre las propias capacidades en plano personal, profesional y social ( “soy
torpe”, “soy insoportable”, “nunca me sale bien”, es demasiado difícil para
mí”). Por otro lado tenemos las creencias interpersonales
que aplicamos en temas de familia, matrimonio, amistades, negocios, racismo,
géneros, política etc.
Las creencias relacionadas
con el poder personal expresan la
autoestima, la confianza, la libertad de elección, la fuerza de voluntad, el
amor propio y hacia los demás. Cuando disponemos de creencias sanas somos
respetuosos, equilibrados y compasivos. Cuando están contaminadas nos llevan
al temor, a no sentirnos amados, a la
imposibilidad de marcar límites de nuestro propio territorio y decir “no”, al
miedo a la separación. Nos convertimos en seres críticos y desconfiados.
Nuestro cuerpo expresa estas limitaciones a
través de problemas cutáneos, desorden metabólico, fatiga crónica,
problemas en el sistema gastrointestinal etc. Es probable que por el exceso de
control y falta de flexibilidad se tengan problemas con las articulaciones.
Las creencias del control tienen que ver con las expectativas
que tenemos. Algunos niños fueron criados de padres con un comportamiento cambiante e impredecible. Crecieron entre
promesas no cumplidas y castigos irracionales. Otros, aunque idolatraban a sus
progenitores, sentían o descubrían su doble moral. También en familias donde
simbólicamente tuvieron que ocupar el lugar de alguno de los progenitores. Viviendo
bajo tanto estrés, inevitablemente se desarrollan creencias controladoras para
que les permitan estar en alerta y
pendiente de cada detalle. El niño desarrollará creencias relacionadas con la perfección intentando evitar las críticas, los castigos y el rechazo a los
que tanto teme. Pero esta perfección se tiene que mantener. Ser perfecto significa ser atento siempre y
estar preparado. Leer las miradas, los gestos de la gente, sus pensamientos(o
esto cree el pobre niño) y así adaptarse a sus deseos y criterios. La
perfección provoca inquietud y viceversa. El perfeccionista se está observando
y criticando pero a la vez no soporta ser criticado y que se le encuentren fallos. Por esa razón, las enfermedades que pueden
afectar al perfeccionista le caen como un golpe muy fuerte, porque le hacen
sentirse imperfecto y perder el control sobre la situación.
El niño controlador cuando sea adulto tendrá un carácter
fuerte e independiente y luchará duro en la vida. Tendrá una mente rígida
y creencias
dicotómicas del tipo o todo o nada, “soy valiente o cobarde, ganador o
perdedor”, “o me quieres o me odias”, “estás conmigo o contra mí”.
El controlador tiene muchas creencias sobre el tiempo, “no hay tiempo que perder”, “el tiempo
es oro”, “aunque el día tuviera 48 horas, no me alcanzarían”. Es rápido y no
tiene paciencia con las personas lentas.
Le cuesta confiar en los demás, por eso prefiere hacer las cosas solo. No le gustan los imprevistos y las sorpresas
porque le rompen los esquemas y le hacen perder el control,
Se considera muy trabajador y responsable y el mejor en
todo. Tiene creencias de superioridad
y constantemente enseña a los demás. Siempre procura destacar por su trabajo,
le gusta hacerlo a su manera y que los demás le reconozcan lo que hace y como
lo hace. Para él el reconocimiento es fundamental. No le gusta dar explicaciones,
pero las exige. Podemos ver su comportamiento controlador con sus compañeros,
pues le gusta sentirse por encima. Considera los demás débiles y desorganizados
y constantemente les enseña cómo pueden ahorrar tiempo haciendo las cosas con
más cabeza.
El estado de ánimo del controlador cambia de una manera
imprevista. Puede llegar a ser furioso hasta agresivo y en otro momento ofrece
amor, atención y sacrificio. A menudo los demás le cuesta adaptarse e adivinar
según que comentario cuando le hará gracia y cuando hará que se enfade. Se
permite hacer comentarios y dar opiniones sin cuidar de las formas y se
considera una persona franca y directa. Debe aprender a controlarse más a sí
mismo y dejar un poco de libertad y espacio para los que lo rodean.
El controlador es desconfiado, cree en que “no se puede
confiar plenamente nunca en nadie” o que “en momentos difíciles hasta tu sombra
te abandona”. Muy a menudo llama a la gente hipócrita pero sin embargo, muchas
veces en los ojos de los demás él es el
hipócrita. Le gusta vivir a su manera, pero no deja que los demás lo
hagan. Le gusta expresarse y que su opinión este escuchada, pero no sabe
escuchar y difícilmente acepta opinión diferente a la suya. Afirma que los
demás le importan y se sacrifica por su bien pero a la vez no les pregunta que
es lo que en realidad les hace sentirse bien. Detesta que lo controlen pero a
la vez exige e impone.
Lo curioso es que
todos los excesos demuestran claramente la inseguridad y el miedo. Muchas
veces las respuestas están más en lo que negamos que en lo que afirmamos. Tras
el comportamiento de un controlador hay una cantidad de creencias negativas que
le hacen temer y reforzar cada vez más y más su falsa seguridad. Ninguna
persona segura de sí misma necesita constantemente la aprobación o la admiración
de los demás, ni el orden y control extremo, ni sentirse por encima de nadie.
El controlador demuestra creencias limitantes
de capacidad, teme a “no valer”,
“no estar preparado”, “no ser
suficientemente bueno” o “que alguien sea mejor que él”. Suele machacarse con creencias sobre el pasado, “podría
hacerlo mejor”, "si hubiera sabido, tenido la oportunidad, hecho…”.
Saca muy rápido conclusiones en forma de creencias generalizadas, “nadie me
entiende”, “la vida nunca me fue fácil”, “siempre he superado todo solo/a”,
“todo el mundo son desagradecidos”, “no puedo contar con nadie”, “todos los
hombres/mujeres son…”, “la gente siempre termina decepcionándote” etc.
El controlador va por la vida convencido que todo le será
muy difícil y a base de mucha lucha. Se considera guerrero e incomprendido. Por
esa razón tiene muchas creencias sobe el
éxito, “algunos nacieron con
estrella y otros estrellados”, “el dinero atrae el dinero”, “no he tenido nunca
suerte”, “no hay nada que aprender del éxito, todo se aprende del fracaso”, “en
el éxito tienes muchos amigos, en el fracaso nadie”etc.
Cuando las creencias de poder y control se ajustan se
promueve el sentimiento de confianza, amistad y equilibrio. Se fortalece la
autoestima y las fuerzas personales
relacionadas con el éxito lo que nos permite avanzar, alcanzar y disfrutar de
las metas. En término social se
establecen relaciones más saludables e equilibradas ya que se supera el miedo a sentirnos
decepcionados por nosotros mismos o por los demás. Soltando el control
superamos el miedo a la inseguridad, al cambio, a no ser perfectos o amados y domamos el ego.
Si eres controlador, tomate tu tiempo y observa a tus padres
y sobre todo que tipo de relación tuvisteis y tenéis. Piensa en todo aquello
que te decepcionaron, en las expectativas que nunca cumplieron y en las cosas
que te hubiera gustado escuchar de ellos. Piensa en lo que aprendiste a través
de ellos y en lo que te faltó. Podrías apuntar la información en un cuaderno.
Luego reflexiona sobre la relación que tienes con los demás y sobre todo con
tus hijos y los patrones que repites inconscientemente.
Podríamos interiorizar las siguientes afirmaciones:
“Soy capaz de lograr
lo que me propongo”
“Me acepto tal y como soy”
“Soy merecedor y valioso”
“Me respeto y respeto a los demás, también permito que me
respeten”
“Suelto el control y me permito ser imperfecto”
“Construyo relaciones sanas”